POR HERNÁN MARINKOVIC PLAZA
A días de producirse 45 años del golpe de 1973 es totalmente importante de cómo en el escenario del cómic chileno este hecho se ha plasmado, con una distancia temporal de más de cuarenta años. En ese sentido hay dos textos que son relevantes: “El Golpe. El pueblo 1970-1973” de Nicolás Cruz y Quique Palomo (2014) y “Los años de Allende” (2015) de Carlos Reyes y Rodrigo Elgueta; en los cuales se narra desde distinta perspectiva el período de la Unidad Popular, pero que, sin embargo, llegan a una conclusión común.
Las marchas estudiantiles de 2011 en la novela gráfica «El Golpe».
En el primer texto, la narrativa se nos presenta desde una perspectiva fundamentalmente testimonial y existencial de familias de clase media y de izquierda, apreciándose dentro de ellas distintas posiciones y apreciaciones del periodo. Hay una importancia central en la memoria como elemento vital, una rememoración que se plasma gracias a un acontecimiento presente “Las marchas estudiantiles del 2011”, desde ese punto un padre preocupado empieza a recordar ese otro tiempo donde se planteaba una utopía a través de la Vía Chilena al Socialismo, el joven de ayer comprende al de hoy, pero la preocupación prima debido al trauma del ayer, se conjuga una oposición binaria constituida por el sueño y la pesadilla.
Página de «El golpe» de Nicolás Cruz y Quique Palomo.
Gráficamente el texto yuxtapone imágenes de la época, documentos, fotos, las noticias, la propaganda, los discursos e incluso las imágenes del golpe y de lo inmediatamente posterior, dan el ambiente, pero no son lo central, sino que el eje son las personas que viven y son afectadas por los acontecimientos, reflejando sus alegrías, batallas y sufrimientos, su acontecer personal y colectivo, lo cual se presenta como si fuera un coro trágico del teatro griego clásico, sabemos el final, pero el centro de la historia no es la caída del héroe, Salvador Allende, sino la caída del héroe colectivo, el pueblo.
El pueblo protagonista de «El Golpe»
En el segundo, el relato se desplaza de una forma documental, a través de los ojos de un periodista de ficción. El hecho de que sea un periodista establece un distanciamiento necesario para desplegar la noción de una realidad simbólica a través de diversos personajes que están a su alrededor y que lo insertan en el contexto chileno, presentándose no solo los sucesos vinculados a la política partidista donde Salvador de Allende es central, sino que adicionalmente dentro de ese contexto histórico, marcado por proceso de la Unidad Popular, hay diferentes elementos de la existencia cotidiana y cultural del Santiago de ese tiempo; por ejemplo, por medio de la música: la balada romántica de Los Galos, el encuentro hippie de Piedra Roja, la peña de Los Parra, estableciendo contrapuntos de gustos y, a su vez, posiciones culturales.
«Los años de Allende» de Carlos Reyes y Rodrigo Elgueta se instala como un documental, a través de los ojos de John Nitsch, un periodista de ficción.
El texto entrega un sentido de inflexión, el sueño colectivo que se aprecia en las caras retratadas y los aspectos que van en contra de esa utopía, primero lo vemos simbólicamente (viñetas de un reloj dividido) y después a través de los mismos hechos como el paro camionero. Tomando en cuenta lo señalado, se nos presenta un país con sus pautas culturales, sus instituciones, sus ceremonias, apreciándose un documental donde los grados de objetividad del periodismo se van desvaneciendo, apareciendo, en cambio, una vinculación con una mirada más antropológica sobre el país, donde no se ven solo los hechos, sino que también se enfoca especialmente el sentir de una sociedad.
La figura del reloj en «Los años de Allende».
Para concluir, en los textos no solo se plantea una visión del período y el hecho concreto del golpe, sino que las consecuencias de este último a largo plazo. El golpe del 11 de septiembre de 1973 es el germen que busca borrar todo lo que hubo y fue para crear olvido social, utilizando el terror institucional y, posteriormente, la implantación de otra visión de mundo. Ello se aprecia significativamente en ambos textos; por ejemplo, a través de los muros, donde eran pintados con iconografía de izquierda y que después del golpe estaban siendo borrados bajo vigilancia militar (1) ; así también como por las reflexiones, sobre el país de hoy, de los personajes que articulan la narración de los textos, y que visualizan una sociedad de mercado estructurada sobre la base de la violencia y que desplazó a ese otro Chile que tenía una cosmovisión colectiva, donde la juventud y los sueños eran importantes.
El fin de la utopía en «Los años de Allende».
(1) Hay ciertamente un símil con la película Machuca de Andrés Wood (2004) donde también aparece esta idea del muro que llena el significado ambiente de una sociedad.