Alan Moore en Watchmen: la muerte de los superhéroes

Debido a la inminente edición chilena que hará Unlimited del cómic Watchmen del guionista inglés Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons, les ofrecemos este texto publicado por primera vez en Enero de 2001.

POR CARLOS REYES

El aficionado al cómic conoce muy bien la diferencia que existe entre una historia hecha únicamente para satisfacer las meras ansias de barata espectacularidad, para lectores de expectativas poco sagaces, y las que han sido creadas pensando en un auditorium más exigente.

 

El lector eventual compra cualquier cómic, y devora por igual todo episodio de su héroe favorito y es reticente en adquirir rarezas y extraños nuevos títulos. Hay también quienes seleccionan lo que leen, no sólo por tratarse del personaje que más les atrae, sino que también por la presencia de sus dibujantes o guionistas favoritos. Tal nivel de sofisticada selección diferencia al lector común del verdadero entendido. Y ahí entramos -sin posibilidad de regreso- en el terreno de creadores como Alan Moore.

HISTORIAS DESDE EL PANTANO

¿Pero quién es este inglés, barbón y melenudo que al hablar de sí mismo, con el típico sarcasmo de sus coterráneos, dice: “Mis dientes están gradualmente convirtiéndose en una sombra de ocre y mi estómago intenta devorar mis rodillas”. ¿Quién es el tipo que logró en la década de los ’80, junto al norteamericano Frank Miller, sentar las bases de una nueva forma de ver, entender y hacer cómics? ¿Qué es lo que distingue el trabajo de Moore en títulos como Miracleman, V de Vendetta, Swamp Thing, Watchmen, From Hell, Brought to Light y otros para convertirlo en piedra de tope y temido paradigma para las nuevas hornadas de guionistas de cómics?

Swamp Thing: Alan Moore, Bisette y Totleben

Muy sencillo: un par de hallazgos tan simples como impensables antes de él. Al respecto el propio Moore diría: “Supongo que mi idea sobre el estilo de escribir cómics es que debería ser más efectivo y visceral de lo que es. Leo cómics de humor que no me hacen reír, cómics de aventuras que no me emocionan y cómics de horror que no me aterrorizan en lo más mínimo. Pienso que lo que ha pasado en los últimos 30 ó 40 años, es que cada uno de esos géneros ha desarrollado un arsenal de tópicos que han asfixiado los conceptos originales”.

Moore es un autor inteligente y culto. Su talento para crear historias entretenidas y cautivantes, para un lector que no desea seguir siendo subestimado, es sólo una parte de sus aciertos. La construcción de las historias en Moore, posee guiños que proyectan la anécdota más allá de sí misma. Sus historias están formadas de capas superpuestas y complejas que se densifican en cada nueva lectura. Aquellas de largo aliento (12 números generalmente) poseen un avance que podríamos calificar como de “protoplasmático”, las historias se van armando a retazos, a través de pequeños momentos de tensión, que tras ir acumulándose, provocan las reacciones previstas por el autor en sus lectores. Sobre ello, el propio Moore declaró, con relación a su existoso paso por la serie de terror Swamp Thing de DC Comics: “En Swamp Thing estamos intentando construir historias que tengan resonancia en el alma humana y que contengan momentos de auténtico desasosiego. Mi línea general de aproximación es desarrollar los personajes a menudo muy lentamente, a lo largo de muchas secuencias, de modo que cuando llega la acción, los lectores saben perfectamente lo que está en juego física y emocionalmente”.

 

ANARQUÍA EN MOORELAND

Citas y alusiones literarias, cinematográficas y la introducción de hallazgos provenientes del mundo de la novela, proveyeron del ancla formal y emocional y de la carga humana necesarias a sus personajes y al tono “realista” de sus historias. La maniqueísta forma de enfrentar el mal en estado puro contra la bondad absurda de los buenos justicieros, ya no funcionaba en la década de los ’80. Las zonas -antes clarísimas que separaban al héroe de su malvado antagonista- se vuelven grises y se parasitan mutuamente. La obra más representativa de esto, y quizás el que siga siendo uno de los mejores y más inspirados trabajos del guionista inglés, es la ya mítica Watchmen.

Pero antes de hablar de esta obra maestra, revisemos su antecedente más directo:V de Vendetta. Serie por entregas con guión de Moore y dibujos de David Lloyd para la revista inglesa Warrior. Una dramática obra de política-ficción, de una intensidad pocas veces vista en un comic book.

 

V de Vendetta: Alan Moore y David Lloyd.

 

El anarquista “V” se enfrenta al estado fascista de una Inglaterra posible en 1997, con torturas, cámaras instaladas en las calles y campos de concentración para homosexuales, judíos y liberales. Moore no hace más que -al igual que Frank Miller en Estados Unidos- extrapolar los indicios que su propia realidad presente le entrega, para decir cosas bastante fuertes y peliagudas desde el aparentemente inocente y vilipendiado mundo del cómic. V de Vendetta es una obra bella, intensa, con un desenlace auspicioso.

La verdadera vuelta de tuerca y el nihilismo reconcentrado se llamará Watchmen, con dibujos del inglés Dave Gibbons, para DC. Transcurre en la Norteamerica de 1985 con una troupe de superhéroes realistas, declarados fuera de la ley y entre los que se cuenta el inolvidable personaje de Rorschach, un desequilibrado, patético y psicótico vigilante enmascarado.

“Respecto a los cómics de superhéroes o fantasía -dice Moore- debo decir que no me interesan en absoluto. Han dejado de tener el atractivo que tenían para mí cuando era joven. Creo que me he alejado de mi propio sistema en los cómics de superhéroes que he realizado en los últimos 4 ó 5 años. No creo que mientras hacía Watchmen o mientras Frank Miller hacía Dark Knight tratábamos de salvar a los superhéroes. Creo que más bien los estábamos asesinando”.

Una intriga inicialmente policial es el nuevo pretexto de Moore para hablar de lo que realmente le interesa: historias de seres humanos, malditamente desgarradoras, críticas e insertas en medio de toda la pirotecnia común a las aventuras de superhéroes, esos tipos de mallas fosforescentes y ajustadas, acostumbrados a hacer piruetas imposibles y a hablar con afectados y pomposos diálogos mientras se golpean mutuamente.

Cierto estilo camp, típicamente sesentoide, flirtea en Watchmen con una morbidez y un nihilismo propios de los nuevos tiempos, en una historia en la que Estados Unidos ha ganado en Vietnam, Nixon continúa en la presidencia, los vigilantes en activo no son más que agentes títere del gobierno y en la que la aparición del primer héroe con superpoderes traerá insospechados cambios y desplazamientos de poder en los conflictos internacionales.

Watchmen: Alan Moore y Dave Gibbons.

Recurramos nuevamente a las palabras de Moore: “Creo que lo que trato de hacer es transmitir mi profundo pesar ante la idea del superhéroe. No creo en los héroes. Hay quienes realizan acciones muy audaces, pero eso no es lo mismo que heroísmo. Un héroe es alguien que está por encima del resto de los mortales. Alguien que por tener fuertes músculos, un hoyito en la barbilla, hermoso y ondulado cabello y ojos azules, es considerado superior al resto de nosotros, capaz de tomar más y mejores decisiones por todos nosotros. La creencia en los héroes permite que personas como el coronel Oliver North, que usan uniforme, tomen decisiones por todos nosotros. En cierto sentido Oliver North es un superhéroe militar. En mi descripción de los superhéroes pretendo poner en tela de juicio este tipo de cosas”.

Watchmen es un cómic de 12 episodios, tan complejo como la estructura de cualquier novela. Sus estadios de lectura son múltiples, sus niveles narrativos se yuxtaponen en una red de intrincada y perfecta cohesión, de sutura perfecta. Distintas visiones y tiempos diegéticos enriquecen la lectura de una misma anécdota. El lector es definitivamente atrapado en el torbellino de una historia estremecedora.

Algunas características formales del estilo de Moore, pero no privativas de él, muy novedosamente trasvasijadas al ámbito del cómic, son la supresión del narrador omnisciente en el cartucho del cómic y su reemplazo por el de la voz de la conciencia de varios narradores insertos en la propia historia, descentrándola constantemente y multiplicando así los puntos de vista, acentuando, particularmente en Watchmen, cierta idea de protagonismo colectivo y anticipando la lectura caótica de los ’90.

Los textos de Moore funcionan en gran medida como contrapunto de las imágenes. En un juego de relaciones que buscan propiciar nuevos sentidos a partir de sus eventuales contradicciones, desmentidos y complementos. Watchmen se disfraza aparentemente con los ropajes de un cómic clásico, pero el engaño es breve. Rápidamente nos asaltan los anacronismos, los discontínuos temporales, la independencia de texto e imagen. El lector se ve bombardeado de información tanto cifrada como explícita encontrando alusiones a El día que paralizaron la Tierra de Robert Wise; El Sacrificio de Andrei Tarkovsky; y citas a William Burroughs, Einstein y Nietzsche entre otros.

¿Petulancia? ¿Pseudo intelectualismo? No, creación de mundo, adejtivación, cajas de resonancia para los acontecimientos y los personajes. Sí, porque en Watchmen estamos frente a una historia cuyo interés se centra cada vez más en la evolución de los personajes que en un avance sustentado meramente en la acción.

La exigencia de realismo de la obra de Moore se puede apreciar en el nada despreciable trabajo del dibujante Dave Gibbons quien visualiza cada detalle y objeto con una vocación detallista casi enfermiza y es que Watchmen así lo requiere, pues Moore hace de los letreros callejeros, de los avisos publicitarios y de las paredes de la ciudad, otro personaje que habla y da cuenta también de la evolución de la historia. (Nótese que los letreros y avisos varían hacia el fin del número 12 dando cuenta de la transformación final). Gibbons domina muy bien el dibujo clásico e impone un ritmo de 9 viñetas a sus páginas, estructura que rompe muy pocas veces. El dibujante narra gráficamente con gran soltura (cosa no muy frecuente entre algunos de sus colegas) y sus secuencializaciones son casi cinematográficas. La idea de realismo buscado tanto en la historia y en los personajes se completa gráficamente con la total ausencia de signos cinéticos y onomatopeyas. Los textos adosados en las últimas páginas de cada número cumplen la misma función de búsqueda de un soporte de realidad con escritos firmados por los propios personajes y entrevistas a los mismos, a la manera de las citas y textos de Borges, cuya clarividencia y exactitud ponen en tensión la idea de ficción y realidad.

El diseño de las portadas merece una atención especial por ser también de las primeras que utilizan un recurso temporal. Recuérdese el reloj que número a número avanza inexorablemente hacia la hora fatal, la sangre que cae, el nombre de Watchmen que corre de izquierda a derecha cual si fuera el título de un film y, claro, están las ilustraciones de portada que casi siempre se corresponden con la primera viñeta interior, haciendo las veces de una “viñeta capitular”.

Los personajes creados por el guionista se marcan a fuego en la memoria, su impronta no desaparece fácilmente -“V”, “Rorschach”, “El Comediante”- y hasta un personaje creado para ser secundón, como el irónico y cínico John Constantine de la saga American Gothic de Swamp Thing, obtuvo tanto éxito que terminó independizándose en su propio comic book, convirtiéndose en uno de los personajes más atractivos del cómic actual y de los mejores del rincón terrorífico de la DC.

MORE MOORE

Luego del éxito de Watchmen devino una fiebre por el cómic realista y Moore continuó su densificación del noveno arte en otros trabajos como el Brought to Light, una historieta política que bautizó como A graphic docudrama y que desnuda las incursiones encubiertas de la CIA y Estados Unidos en el mundo, como su apoyo al golpe de estado de Chile en 1973, por ejemplo, brillantemente ilustrada por Bill Sienkiewicz. Poco después Moore emprendió la, por desgracia inacabada, Big Numbers y luego lo hemos visto enfrascado en proyectos que lo han alejado algo de la gran industria. Junto a Neil Gaiman publicó The Murders on the Rue Morgue en el número 13 de la revista Negative Burn; con Eddie Campbell aún trabaja en los últimos números de From Hell para Mad Love Publishing, la que hasta ahora podría ser su segunda obra maestra; para Image ha escrito obras menores, episodios de Spawn y WildC.A.T.S. y la interesantísima Tales of the Uncanny, U.S.A. (Ultimate Agent), The Hypernaut: It came from HigherSpace, Mistery Incorporated: Mayhem on the Mistery Mille!!.

Todos estos últimos para la serie 1963 de Image, suerte de revulsivo irónico y nostálgico de los cómics de aquellos años en los que Moore se mueve con soltura y desencanto en parodias a Los 4 Fantásticos, con dibujos absolutamente camp y en un cuidadoso formato que hace aparecer a estos cómics como verdaderas revistas viejas-nuevas pero con contenidos absolutamente nuevos-viejos.

 

From Hell: Alan Moore y Eddie Campbell.

Así pues, la gravitante influencia de Alan Moore sigue pesando fuertemente en todo lo que se sigue produciendo hoy en día y sus efectos y coletazos ya han dado innumerables frutos, algunos ácidos, exquisitos e incluso insípidos. Después de Moore el cómic se vio invadido por toda una nueva camada de guionistas británicos dispuestos a tomarse el mercado norteamericano. Así las fábulas terroríficas e inquietantes del prolífico Neil Gaiman, el surrealismo y el desencanto de Grant Morrison, las desestabilizadoras pesadillas de Jamie Delano, las búsquedas narrativas de Peter Milligan y el talento y la emoción de los relatos de Garth Ennis son pruebas fehacientes de la renovación y la influencia de los trabajos de Moore en el mundo del cómic de autor. Trabajo que ya había tenido otros notables exponentes en Bilal y Christin en Francia, Sasturain, Muñoz y Sampayo por estos rincones y un sinnúmero de otros autores que les invito a sumar desde sus propias preferencias.

En suma, hace rato que el cómic dejó de ser diversión barata (si es que alguna vez lo fue) para convertirse en un arte complejo, capaz de dar cuenta de su tiempo, de la mano de un puñado de autores audaces y de temáticas cada vez más radicales y novedosas, que obligaron a muchos detractores a tomarse en serio esto del noveno arte.

La irrupción de estos nuevos autores otorgó a las viejas páginas bidimensionales de un nuevo ámbito necesario a toda ficción, por más absurda e irreal que ésta aparezca: la aterradora posibilidad de que pueda ser cierta.

Macroviñeta de From Hell de Alan Moore y Eddie Campbell.

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2 Responsesto “Alan Moore en Watchmen: la muerte de los superhéroes”

  1. Alejandro dice:

    Muy buen artículo, felicitaciones. Para mi Watchmen junto con Return of the Dark Knight de Miller estan como lo mejor que he leído en comics. Me falta From Hell que he escuchado que es el mejor de Moore. Me falto una mención al excelente The Killing Joke, la incursión de Moore en el universo del hombre murcielago que con ese único número dejo consecuencias para la continuidad de Batman recordadas hasta hoy, además de que el dialogo del Joker a Gordon tratando de quebrarlo creo que representa todo lo que siente Moore sobre la dualidad de los antiguos superheroes y los villanos. Un número notable, y ojo, que la historia del Joker que nos muestra Moore es la única que se ha hecho y aceptada unanimemente como los origenes del sicópata. Buen artículo, saludos.

  2. Carlos Reyes dice:

    Gracias Alejandro. La omisión a la que aludes, será reparada en un próximo artículo.

    Ahora… a esperar Watchmen.

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