Este artículo sobre el trabajo de Barry Windsor Smith se publicó en ergocomics en el 2001. Escrito por el gran Antonio “Jenlon ” Lobos, un ergocomic de tomo y lomo, creemos que es un texto que merece ser rescatado para los nuevos lectores del 2011.
POR ANTONIO LOBOS
ARTE Y REPRESENTACIÓN
Podemos considerar el arte como re-presentación, es decir, como la creación de un microscosmos articulado circunscrito y coherente, que nos revela las leyes que gobiernan o parecen dirigir las acciones de los hombres en sociedad. El arte constituiría una especie de paradigma estético de la naturaleza de la humanidad.
El arte, entonces, como un espejo (del hombre, de la sociedad, del cosmos-orden), pero también un espejo que huye, un reflejo tendido al infinito de lo que el hombre quiere o podría llegar a ser. A veces, incluso, un espejo crítico que nos devuelve la imagen más grotesca y monstruosa de lo que somos.
Para Aristóteles, la función del teatro griego es la catarsis, esto es, la purgación de las pasiones. La conmiseración y el temor son los sentimientos que el destino trágico de los personajes puestos en escena deben hacer sentir a su público.
En esta era de los medios masivos de comunicación, el cine y el cómic ocupan el lugar que la tragedia griega ha dejado vacante en la vida de la sociedad. Ambas expresiones artísticas comparten el dudoso mérito de desarrollarse en la explosión misma de esta nueva manera de aparecer los objetos estéticos, que es la producción-recepción mass mediática. Dudosa, porque en su seno se cobijan obras verdaderamente artísticas y, por la presión de la industria preocupada por las leyes del mercado y de asegurar su ganancia, productos de poquísimo valor, enfrascados entre el kitsch y la sensiblería más pueril y gratuita.
EL CÓMIC EN EL OJO DEL HURACÁN
El cómic, por supuesto, se desarrolla en el centro de esas tensiones, entre arte e industria. Sin embargo, dos fenómenos hacen de esta disciplina un lugar interesante desde el punto de vista crítico.
El primero, es la aparición de creadores de excepción, notables guionistas, serios, cultos, informados, críticos, capaces de sintonizar con el ritmo vital del hombre contemporáneo, de tomar el pulso a la sociedad, analizar sus síntomas y declarar sus enfermedades, y también artistas gráficos extraordinarios, que aportan la calidad de su trabajo para producir aquellas obras que se han transformado en hitos en el mundo del cómic. Nos referimos a creadores como Moore, Miller, Milligan, Gaiman, Grant, De Matteis, Delano y a artistas como Sienkiewicz, McKean, Gibbons, Romita Jr., Mignola, McManus, Ciarello, entre los más importantes del campo del cómic anglófono.
El segundo fenómeno, quizás el más obvio, es que el cómic, como todas las expresiones sociales, de cualquier naturaleza, pero sobre todo artísticas, con absoluta independencia de su calidad o profundidad, es permeable al imaginario social, a sus miedos, a su deseo, a sus inquietudes, a sus preocupaciones… y los representa.
SOCIEDAD MULTIRACIAL Y X-MEN
Así, una sociedad como la norteamericana, cosmopolita, receptora (involuntaria) de tantas “minorías” étnicas que se hacen cada vez más gravitantes políticamente, capaces de producir núcleos culturales y sociales, de promover ideas, de ejercer presión y generadora también de aceptación y rechazo social, refleja estas tensiones internas haciendo nacer, en los cómics, un microcosmos que les da a esas minorías un lugar en su visión de mundo. Un lugar nuevo, en realidad, menos estereotipado, pues, hasta hace poco, sólo les cabía el papel de villanos, de traidores y desintegradores de la sociedad, en una percepción maniqueísta de la sociedad.
Surgen los X-Men; un grupo de mutantes, hombres y mujeres, con poderes suprahumanos. Y no pueden ser héroes a la antigua, como Superman, pues la sociedad les rechaza. La diferencia, el “plus”, no es un don, sino una mancha, por ella son perseguidos y deben ocultarse de los “normales” (por supuesto, la normalidad es una cuestión estadística: cuando los “a-normales” sobrepasan en número a los “normales” los papeles se invierten), hasta que, por fin, un líder, el profesor Charles Xavier, les da un lugar, si no en la sociedad en la que viven, sí en una sociedad posible, donde puedan compartir, armónicamente, humanos y metahumanos.
Claro, no es tan fácil, hay que luchar para que la utopía de haga contemporáneo. Hay que resistir el ataque continuo de los nuevos “nazis” que desean su exterminio; oponerse a los “fascistas internos”, metahumanos que desean el control del mundo porque se sienten “mejores”; intentar integrar a los que simplemente se autoexcluyen, manteniéndose en el anonimato o exiliándose en algún rincón el planeta o sus alrededores; y, por último, vencer sus propios complejos, dudas, contradicciones, para lograr que su propia naturaleza humana, sentimientos, deseos, motivaciones, esté equilibrada con sus capacidades extraordinarias. De todos modos, hay que prestar atención a sus propios arrebatos autoritarios y paternalistas.
EL HOMBRE ES UN LOBO PARA EL HOMBRE
En el panorama de los Hombres-X sobresale, sin duda, la imagen de un bajito y corpulento canadiense de malas pulgas; Wolverine. Y dentro de los títulos en que se despliegan su “encantadora” personalidad, su exceso en la cerveza y el cigarrillo y sus músculos, Arma X, de Barry Winsor-Smith, es un diamante angarzado en adamantium.Partamos por el personaje. Logan-Wolverine es uno de los Hombres-X. Sus características fundamentales se relacionan con un extraordinario pode de autocuración, que le permite ser golpeado, herido, envenenado y recuperarse rápidamente, incluso de mortales heridas autoinflingidas (como en Furia Interior, de Dan Chichester y Bill Sienkiewicz); poseer todos sus huesos forrados en adamantium, un metal durísimo que le otorga una resistencia extra contra sus enemigos, además de proporcionarle unas afiladísimas garras retráctiles que salen de sus manos al momento de atacar; fuerza, agilidad y sentidos suprahumanos completan el cuadro de sus habilidades.
Adentrándose más en su personalidad nos enteramos que es un fumador y bebedor empedernido, que tiene un carácter explosivo y que su pasado es un enigma que ni él mismo puede resolver.
Wolverine es un mutante, un paria de la sociedad. Podría llevar su diferencia en último caso, con disimulo, pero no es posible. Su “don” le desgarra por dentro, y no es sólo porque la comunidad le rechace su “monstruosidad”: él mismo se cuestiona, se siente escindido entre dos naturalezas, la humana y la animal. Y es que Wolverine encarna, de la manera más trágica, la pugna de las fuerzas racionales e irracionales en el hombre. Éste, consciente de su mezcla entre humanidad y bestialidad, entre razón e instinto, intenta reprimir al lugar más oscuro de su inconsciente, las pulsiones instintivas que lo emparientan con los animales. Controlar los impulsos violentos es imperativo para evitar que “el hombre sea un lobo para el hombre”.
Esa angustia existencial recorre toda la historia de la humanidad, y el hombre contemporáneo no escapa a ella. Cada día los medios de comunicación se solazan en mostrar las innumerables expresiones de salvajismo humano: asesinatos, violación, explotación, guerra. Logan-Wolverine es un producto típico de esta preocupación, “…el auténtico campo de batalla no es la arena, sino el alma… y la guerra no se acaba nunca… entre la bestia y yo…”, le harán decir en Killing, de John Ney Rieber y Kent Williams.
En la misma dirección creemos que se encuentra la falta de pasado del personaje, su amnesia. ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿Para dónde voy? son las preguntas angulares en el desarrollo del personaje (para revisar más acerca de la psicología del personaje ver Meltdown, de John De Matteis, John Ney Rieber, Kent Williams y John J. Muth, Wolverine, de Chris Claremont y Frank Miller, Aventura en la Jungla, de Walter Simonson, Mike Mignola y Bob Wiacek, Sediento de Sangre, de Peter David y Sam Kieth, y para su incierto futuro sin adamantium: Atracciones Fatales, de varios autores). Estas preguntas son básicas en una discusión sobre la naturaleza y el destino de la humanidad toda. Y es que la universalidad del arte funciona así: la tragedia individual ilustra e ilumina la tragedia de la sociedad.
Esta obra es un intento de escarbar en el pasado más inmediato de Logan. Sobre su niñez poco se sabe, salvo, quizás, que no conoció a su madre. En Arma X lo tenemos ya adulto, bebedor, dado de baja y sometido a investigación por la agencia para la que trabaja (confróntese con los nºs 4 al 7 de la edición española de X-Men, donde se le obliga a Logan a recordar parte de su vida y su trabajo como “comando”). Es raptado por alguien conocido como El Profesor. El doctor Cornelius y la Srta. Hines trabajan para este último y mientras le intervienen, para forrar sus huesos en adamantium, descubren que es un mutante con un extraordinario poder de autosanación y una resistencia suprahumana. Asistimos a la tortura física y psíquica de Logan por parte del equipo del experimento X, que desea transformarlo en un supersoldado.
Es, en líneas generales, el argumento del relato. Pero lo que hace de Arma X (este retorno al mito de Frankenstein) un texto visual y una aventura de lectura realmente excepcional es el modo de contarnos la historia. Y es que se trata de un texto que se construye a retazos, como los propios recuerdos del protagonista (como el mismo “monstruo” de Frankenstein), inconexos en apariencia, pero que en nuestra ávida sed de leer vamos recorriendo y armando gracias a los guiños tan sutiles del autor.
Aquí nada es gratuito ni fácil. No es la típica aventura de un superhéroe clásico, donde todo está masticado varias veces y se nos da un relato lineal con todos sus recovecos solucionados. Aquí hay exigencias para quien lee. Seleccionar, apartar, decidir que segmentos son de una y otra línea narrativa, por ejemplo. Se nos obliga a volver sobre la lectura e, incluso, a releer el texto una y otra vez. Ya cada vez encontramos un nuevo detalle, un nuevo guiño.
No es preciso, ni siquiera deseable, entregar una lectura posible del texto. En realidad, hay varias plausibles y cada lector debe hallar la suya. Es que se trata de lo que Umberto Eco llama una “obra abierta”, llena de baches que deben resolverse en la lectura, y con un final que también debemos completar. No es un texto autoritario que entrega todo hecho, resuelto, solucionado, que no deja posibilidades a la creación, sino un texto que nos involucra y nos hace co-creadores del relato.
También se trata, en esta obra, de no cerrar el capítulo del pasado de Wolverine. Los que pensaron que ciertos personajes, como el doctor Cornelius, habían perecido, vayan a las páginas de los X-Men nº 6 de la edición española y se van a sorprender, porque todo Arma X puede ponerse de nuevo en duda.
Ya dijimos que Logan-Wolverine representa los principales conflictos del hombre, quizás esta novela gráfica lo hace más patente. Así, a la ya mencionada vuelta de tuerca sobre el mito de Frankenstein (el científico, el “Profesor”, como creador de vida en este caso de un hombre “mejor”, un soldado con sus huesos forrados de adamantium, sigue la rebelión de la creación contra su creador: tras ser purgado con el fuego, Logan dice al Profesor: “¿Estoy muerto? ¿Eso es lo que tú… me hiciste? ¿Muerto que camina?”) se agrega una revisión de la problemática de la monstruosidad: El hombre Elefante. Los que hayan visto la película de Lynch habrán percibido el guiño cuando el Profesor le dice a Wolverine: “Tú eres un animal”, a lo que el personaje responde: “¡Yo soy Logan! ¡Logan! ¡Soy un hombre!”.
En todo caso Arma X se sigue construyendo, con cada nueva lectura. Esta es una invitación a gozar con la creación de un texto en constante “mutación”…