POR CARLOS REYES G.
La primera pista que tuve de El Brujo fue un comentario encontrado en la red sobre una obra aún en pleno desarrollo y luego una frase dicha al pasar por un conocido. Decidido a llegar hasta el fondo del asunto descubrí algo que llamó poderosamente mi atención: Se trataba de una novela gráfica que narraba las vicisitudes de un brujo (Calcu) Chilote, publicada en España a través de Edicion de Ponent durante el 2011 y dibujadas por una joven y talentosa autora española, Carla Berrocal.
Pero… ¿Qué podría haber seducido a esta madrileña para dibujar un libro de narrativa gráfica sobre una historia que sucedía en el mítico archipiélago?
Busqué a Carla hasta que logré hablar con ella y agenciarme un ejemplar de su libro hace pocos meses atrás, lo que me ha llevado inevitablemente al texto que ahora lees. El primer dato que me ayudó a comprender su interés por Chile fue saber que su Madre es chilena y su padre, español. Este mestizaje la llevó a viajar a América con el pretexto del matrimonio de su hermana y una vez en el sur del mundo, fue fácil embarcarse a la Isla Grande de Chiloé para comenzar su trabajo. La primera lectura que la sedujo fue un libro de brujos de Chiloé escrito por Umiliana Cárdenas, al que le seguirían luego las obras de Oreste Plath y finalmente la tradición oral de los lugareños de la propia Isla Grande
El mismísimo Porfirio Pillampel, Culco (brujo) de Ancud.
CUELLO DE DEMONIO
Carla bautiza como Porfirio Pillampel (Cuello de demonio) a su brujo, oriundo de Ancud. Lo pinta con rasgos indígenas y con el ánima triste y nos permite acompañar a este brujo desencantado en su último periplo. Porfirio ha perdido toda esperanza cuando nos confiesa que: “Maté a mi esposa…”. Este asesinato de Amaranta Catrilef impulsará el viaje sin retorno del brujo, que agrega: “Desde entonces mi vida carece de algo que yo mismo destruí… Tengo al alcance de la mano TODO lo que un hombre puede DESEAR… y sin embargo NO lo quiero”
De este modo Porfirio Pillampel renuncia al pacto de los brujos y comienza su andar en un intento por purgar su alma de la culpa y el dolor. Su viaje iniciático, físico y espiritual, lleva al lector a través de la maravillosa mitología chilota. Capítulo a capítulo, bajo los rótulos de Justicia, Amor y Verdad, desfilan el Trauko, el Caleuche, la Pincoya, la Viuda, el Tué tué, el Millalobo.
La versión de la Pincoya de Carla Berrocal.
El libro rezuma esa incierta e indefinible cualidad que nos forzamos en llamar “lo chileno” en la forma en que hablan los personajes, en las alusiones culturales (El brujo Pillampel cita a Huidobro, Violeta Parra, Neruda y Víctor Jara), en las leyendas abordadas con una mirada fresca, sin ánimo didáctico, pero que tampoco intentan hacer una mitología de pretexto superheroico, tan común en la mirada masculina local. Carla se despega de esos clichés y lo aborda todo desde una perspectiva íntima, emotiva, sin pretensiones. No explica las leyendas, sino que deja que ellas se revelen en la acción, que se disparen sin peroratas aclaratorias con la esperanza de que algo de ellas se transmita al lector atento, cómplice del viaje de Pillampel, un brujo que no es un demonio, pero que ciertamente también está muy lejos de ser un héroe. Algo de esa atormentada alma chilena, de ese espíritu sureño se desliza en la mirada europea de Berrocal sobre nuestro ser local.
Somos testigos del último viaje de este hombre que a ratos se deja llevar por los acontecimientos que se van desplegando a su alrededor y que nos arrojan pistas sobre un mundo fantástico-maravilloso que vive agazapado entre los pliegues de la realidad. El viaje del brujo lo impulsará hasta su destino final con Tempilchaue y una bella metáfora que cerrará su viaje, EL viaje más importante de todos.
El Caleuche: “¡El barco en que la fiesta nunca se acaba!”
EL GRAFISMO DE EL BRUJO
Diversidad de registros y estilos se suscitan página a página del libro, como si la autora hubiese dejado que cada fragmento de la historia le comunicase sus necesidades estilísticas. Su dibujo va libremente del pincel al grafito, de la línea a la mancha. Utiliza el blanco y negro, y luego pasa al color con una paleta desenfadada. Deja que el papel utilizado también haga lo suyo, usándolo como textura, realizando dibujos acabados y otros en que deja que el boceto surja espontáneo sobre la página.
Berrocal escribe todos los textos de sus bocadillos a mano, prescindiendo del computador (ordenador diría ella) lo que le da una cualidad orgánica a sus páginas, un elemento habitual en los autores integrales que a menudo se toman esta libertad en su búsqueda por diferenciarse de la creación historietística industrial que se realiza por fases.
Berrocal se toma además otras libertades formales: Hay páginas sin viñetas, otras sin gutter, e incluso algunas con dibujos a página completa, o desplegados sin caja alguna, dispuestos sobre un lienzo blanco sin más adornos. La autora se ha permitido una libertad total para avanzar según los dictados de su propio gusto y razón.
Y es que tal vez no hubo otro modo de contar la mágica historia de Porfirio Pillampel, pequeña y gigante, particular y universal al mismo tiempo, como toda leyenda y en la que Carla Berrocal ha retratado, no nos cabe duda alguna, su propio viaje al interior de las raíces de su cultura materna en este libro, dejándose impresionar como una niña inquieta y atenta por una parte de la fascinante mitología de la geografía mítica de un país perdido en el sur del mapa, geografía que, aunque no lo parezca, también es la suya.
Más información sobre la autora en:
http://diariopintamonas.blogspot.com/
http://elbrujo.carlaberrocal.com/