Ergocomics agradece al español Emilio Gil Álvarez la presente colaboración y a Gonzalo Martínez por oficiar de puente.
El autor nos ha cedido gentilmente el derecho de publicación de este notable comentario sobre Víctor de la Fuente, un grande de la historieta mundial
Este comentario es sólo un primer paso para empezar a redescubrir la obra de un grande.
Para visitar el completo blog de historietas de Emilio Gil pueden hacerlo en: http://comicsenextincion.blogspot.com
De entre toda la obra de Víctor de la Fuente, quizás sea "Mathai-Dor" la de mayor belleza plástica, aquella en la que la elegancia compositiva, la soltura del trazo y el vibrante colorido se aúnan con mayor acierto, hasta el punto de que el propio argumento parece plegarse a beneficio del impacto visual que la contemplación de cualquiera de sus planchas provoca.
Tras el éxito de "Sunday" (guión de Víctor Mora / 1969) y "Haxtur" (guión propio / 1971), las dos primeras obras cuya autoría plena asume con su firma, Víctor de la Fuente acomete la realización de una nueva serie: "Mathai-Dor".
Cuenta con 45 años y un amplio recorrido vital a sus espaldas, desde la dirección de "El intrépido Peneca", la mas importante revista chilena para jóvenes y una de las mas antiguas del continente sudamericano, hasta la realización de miles de páginas de cómic bélico para el mercado británico.
El encargo es de Trinca, revista juvenil quincenal perteneciente a Doncel, editorial cuyo origen se remonta al Frente de Juventudes franquista. Allí se publicarían los episodios del primer álbum, quedando inconclusa la publicación del segundo, por desavenencias entre su creador y el editor, que pretendía la comercialización internacional sin pagar los derechos de autor correspondientes.
Será en éste punto cuando tome la decisión que marcará su trayectoria profesional el resto de su vida: traslada su residencia a París, centro europeo del cómic.
En Francia el grupo editorial Hachette publicaría los dos títulos de la serie en álbum en 1975. En España habrá que esperar a 1978, año en el que se publica en los nº 3 y 4 de la revista Búmerang de Nueva Frontera, en blanco y negro, pero completa.
El argumento es tan básico como atrayente y muy al estilo de los años 70. En un futuro pos-nuclear una tribu de cazadores pierde la llama sagrada y envía a un emisario en su búsqueda a través de la densa red de canales que cubre todo el territorio conocido, antiguo asentamiento de lo que se presume fue una gran ciudad.
El maestro encuentra aquí el terreno propicio para visitar y revisar los lugares comunes del género de aventuras, al mas puro estilo fosteriano: la lucha con un cocodrilo o un tiburón, la pelea con el que luego será inseparable compañero de aventuras, la tribu de mujeres guerreras, el tronco caído sobre un abismo, …
Sin embargo, en su día este guión supo a poco, y es que los problemas de "Haxtur" con los censores tras la entrevista de Jesús Cuadrado publicada en el semanario Triunfo, le impidieron acometer un guión mas comprometido. No obstante, el discurso de "Haxtur" lo vemos hoy un tanto pretencioso y trasnochado, mientras que el canto a la naturaleza y la aventura de "Mathai-Dor" siguen vigentes.
La personalidad de los protagonistas Mathai y Dago, junto con Vega la pantera que completaría el trío habitual en los tebeos de aventuras (recuérdese a Tintin, Hadocq y Milu; Asterix, Obelix e Idefix; Trueno, Goliath y Crispin; Bernar Prince, Jordan y Djinn …), se nos antoja un tanto desdibujada, huidiza, pero obedece a la estrategia que se ha marcado el maestro de potenciar el protagonismo de la naturaleza y la aventura por encima del desarrollo de los personajes.
El hecho de que el protagonista sea un piel roja tampoco parece casual, puesto que no sucede en ninguna otra serie de las creadas por el maestro. Posiblemente sea una de las pocas licencias que se pudo permitir su creador frente a los censores, la de situar como herederos de la tierra a un grupo étnico considerado como "inferior".
Como anécdota, cabe indicar que los rasgos de Mathai recuerdan mucho al del indio de "Poney Durango", de su etapa chilena. Por otra parte, observar que las únicas obras escritas por el maestro han sido: Haxtur, Mathai-Dor, Amargo y Haggarth, no volviendo a escribir ningúna otra tras el fracaso comercial de la tercera entrega de Haggarth, que achacaba a lo endeble de su guión.
El asombroso dominio del dibujo de Víctor de la Fuente es ampliamente conocido y, todo hay que decirlo, envidiado.
Sobre una hoja en blanco es capaz de abocetar a lápiz una plancha en un tiempo insultantemente corto y sin encaje previo, empezando por un lado y terminando por el otro.
Pero es que sobre éste somero abocetado a lápiz es capaz brillante entintado a pincel, con un trazo a la vez nervioso y vigoroso, de una elegancia y aparente soltura que lo hacen inconfundible e inimitable.
Finalmente, sobre la plancha abocetada y entintada capaz de aplicar el color directamente, unos resultados relmente admirables, con unas combinaciones de colores, perfectamente armonizados y con las pinceladas de contraste precisas para evitar la monotonía.
A éste dominio de la parte artesanal y artística de la creación de una historieta hay que unir un conocimiento profundo, casi científico, de la anatomía humana, que se traduce en la naturalidad con la que los personajes se muestran en toda ocasión. Y ello en viñetas de proporciones imposibles, con las que experimenta las posibilidades de la figura humana en una búsqueda constante de la perfección.
Todos los músculos quedan insinuados y en su sitio, lo mismo que la ropa que los cubre, dando una perfecta sensación de movimiento, con lo que las líneas cinéticas se usan en contadas ocasiones.
Será en "Mathai-Dor" cuando por vez primera Víctor de la Fuente conjugue éstas cualidades y alcance la plena madurez artística, pues si ya había demostrado su magisterio en el entintado de "Haxtur", no había sido así con el color.
En Haxtur se limitó a colorear una planchas magníficamente entintadas, mientras que en "Mathai-Dor" la mancha de tinta se repliega y cede su lugar al color, que toma el protagonismo que le corresponde y antes se le había negado.
La paleta que escoge para ésta ocasión es la de verdes cálidos y pardos apagados, complementada por añiles, ocres y anaranjados, o incluso amarillos casi dorados, con los que obtiene resultados de una riqueza y armonía nunca alcanzados antes en el cómic.
Memorables son las panteras y las nudosas manos, que vistas de lejos parecen definidas en todos sus detalles, pero que observadas con detenimiento son un conjunto de trazos sobre el papel aparentemente fortuitos pero dotados de una gran expresividad.
Un aspecto no menos importante fue la alta calidad del papel utilizado en Trinca y los medios técnicos puestos a disposición del autor, que propiciaron las novedosas soluciones cromáticas y compositivas que hemos analizado.
"Mathai-Dor" se estructura en 2 álbumes de 9 episodios de 5 planchas cada uno, lo que supone un total de 90 planchas.
Para resolver cada una de éstas planchas, Víctor de la Fuente opta por viñetas de gran tamaño, no mas de 5 por página, lejos de las 9 a 12 viñetas adoptadas casi universalmente (desde los álbumes de la escuela franco-belga hasta las páginas dominicales de la prensa norteamericana) mostrando una clara preferencia por las viñetas alargadas, con una relación entre sus lados superior a 2:1, cogiendo todo el ancho de la plancha cuando son horizontales, o entre esta medida y el alto de la página cuando son verticales.
Con ello busca explorar y explotar las posibilidades compositivas de estas viñetas: visión panorámica en las horizontales y profundidad de campo en las verticales.
Aún cuando el resultado conseguido es de una elegancia plástica incuestionable, el resto de los profesionales del sector no siguen éste modelo. Y ello es así porque el mayor tamaño pone en evidencia cualquier defecto del dibujo y exige un trazo firme y decidido que llene visualmente las zonas vacías o bien un aumento del nivel de detalle.
Además, la proporción alargada complica la composición de la viñeta, haciendo más difícil resolver cualquier escena manteniendo la naturalidad en las posturas de los personajes. Esto es así sobre todo en las viñetas verticales, en las que aparte de Víctor de la Fuente y Joe Kubert hay pocos ejemplos dignos de mención.
Al igual que en el resto de su obra, las planchas son concebidas desde el punto de vista gráfico como un todo unitario, no divisible, no fragmentable, sin que en ellas sea posible la lectura por renglones, siendo la propia estructura de la plancha la que marque el sentido de lectura.
Sin embargo, Víctor de la Fuente da una nueva vuelta de tuerca a su idea de plancha y añade a la unidad gráfica una nueva exigencia, la unidad narrativa.
Cada plancha ha de contar un hecho concreto que necesariamente ha de tener su inicio y final en la propia plancha. Así, los hitos literarios de presentación, nudo y desenlace deberán quedar resueltos en los límites de una página de papel.
La publicación en una revista quincenal también impone sus condiciones.
En 15 días el lector posiblemente haya olvidado la última entrega, por lo que planificar el desarrollo de la obra mediante episodios autoconclusivos parece una opción sensata e incluso coherente con el apartado anterior, puesto que si la historieta ha de adaptarse a las limitaciones físicas del soporte donde se publica, la hoja de papel, también habrá de ajustarse a las peculiaridades del medio de difusión que la acoge.
El número de planchas por episodio es rebajado respecto de su anterior trabajo, pasando de 6 a 5 planchas, 2 días por plancha.
Desarrollar una historia siguiendo éste esquema estructural de modo que cada plancha nos cuente un hecho concreto que enlace con la anterior y la siguiente, formando cada 5 planchas una aventura completa, que a su vez enlace con la anterior y la siguiente para formar un todo coherente, es una tarea casi imposible a la que Víctor de la Fuente se enfrenta porque está sobrado de facultades y recursos.
Para ello su autor tiene definida cada plancha y cada viñeta desde un principio, lo que exige un esfuerzo de planificación importante y diríamos que irrepetible, pues el rigor con el que resuelve "Mathai-Dor" no volverá a repetirse en toda su obra.