Max

Todo se dio de forma espontánea, y ciertamente algo extraña; la mayoría de nosotros, jóvenes aspirantes a dibujantes conocíamos tu trabajo de dibujo en revistas diversas, la mayoría sabía que podías contar historias coherentes y que tus personajes dialogaban con soltura, tantos nombres, tantos títulos…DR MORTIS, GAE 13, GUERRA y un eterno etcétera, viñetas de temas variados siendo la ciencia ficción tu favorita, esa donde te sentías a tus anchas. Y así, como que no quiere la cosa, con aires de noche desgarrada sobrevinieron los ochentas, y el ambiente se hizo lacrimógeno e irrespirable, los agentes llegaron a tu casa y caíste preso, pero haciendo honor al guerrero incansable que eras seguiste dibujando, tuviste suerte y te dejaron vivo, y muchos de esos aspirantes mencionados vieron en ti al maestro, al brujo voluntarioso que les mostraría la nomenclatura mágica del dibujo de historietas.

¡Claro!, muchos nos dimos cuenta de tu disposición y accesibilidad, no cualquiera podía explicar con tanta paciencia como poner correctamente los puntos de fuga, o cómo dibujar mujeres bellas huyendo de monstruos interplanetarios. En eso nadie te ganaba, en abrirle la puerta a dibujantes desorientados; y tomamos once contigo, y preparabas con dedicación ancestral esos deliciosos huevos con tomate.

Para los que insistimos en esas visitas, que incluían tertulias incomparables, porque deja decirte querido amigo, que nos enseñaste el placer secreto de una buena conversación, y ahí la cosa podía ser histórica, o de ciencia ficción ¡como no!, lo cierto es que te codeabas con los temas y dabas tiempo para la fábula, las anécdotas hilarantes de los historietistas, alguna que otra mentirilla piadosa de humorista compulsivo, y aunque esa tertulia se acabara, siempre quedaba la posibilidad de tus pitanzas telefónicas, donde con talante de comediante perfecto hacías voces, o pretendías suplantar a otro dibujante, y el aire se hacía respirable otra vez, y por pequeños instantes el mundo parecía ser un gran lugar.

Creo que cada uno de nosotros, que somos protagonistas indirectos de esta historia, sentimos una tremenda congoja a la hora de esta despedida, una pena por la deuda de que vieras un libro compilatorio de tu trabajo, no se pudo, sentimos también una gran satisfacción de saberte tan vivo entre nosotros, de mirar tus historietas de siempre y decir "yo lo conocí, yo me reí con sus chistes y tomé once en su casa", porque en esta nueva odisea que emprendiste en tu nave imaginaria, conquistando planetas y galaxias desconocidas, es solo el preámbulo para clavar la bandera de la esperanza, la misión y el emisario(tú) para preparar los pinceles, las plumas y tintas, herramientas indispensables para hacer la historieta definitiva, esa misma, en cuyos cuadros se dibujan la amistad, el abrazo fraterno y el inmenso amor por el trabajo.

Adiós, querido amigo, nunca te olvidaremos.

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