Con la certeza que este sitio está por el rescate de la historieta chilena y latinoamericana, escribo estas líneas con algunos sentimientos encontrados, digo cierta bronca e impotencia, pero también recuerdos gratos y satisfacción.
La narrativa dibujada nacional está de duelo, la huesuda se llevó a Pekén y a Pepe Huinca, dos creadores diferentes, dos aristas a las que el inconsciente colectivo nacional reniega con ojos somnolientos, ¡qué fácil que nos sale ser olvidadizos!, qué fácil sepultar esos referentes de un Chile antiguo, un país con palabras de honor que se cumplían indefectiblemente, con caballeros que llevaban a cabo sus sueños, con el único capital posible: sus propias obsesiones personales.
Pekén, era uno de esos caballeros andantes luchando contra los molinos de lo adverso, un personaje angélico que trazó su sendero de vida alejado de la mundanal normalidad, a pesar de ello dibujó mano a mano con Pepo, deleitó a los lectores de Topaze, el auténtico, el de Coke, también en la versión renovada y apócrifa de los noventas, de esta última época -cuenta la leyenda- Pekén no cobraba sus sueldos, no porque sus empleadores no le pagaran, sino que guardaba los cheques bajo el colchón,a la antigua, y los documentos vencían y al viejo Pekén le daba lo mismo, siempre había un amigo que hacía el trámite de actualizar fechas en el consorcio periodístico donde no entendían absolutamente nada.
Así era Mario Torrealba del Río, un hombre maduro que vivía sin luz en un cité del barrio San Diego, compartiendo tazones de tecito caliente con la fauna marginal de la barriada, a quienes acogía y cobijaba a la luz de las velas.
Jorge Vivanco, alias Pepe Huinca se nos fue el reciente 14 de Abril,un conductor apresurado e histérico arrolló al ciclista creador de ARTEMIO. Una congoja general asoló por estos lados, y es que ARTEMIO era LA historieta que daba clases de guiones inteligentes y humorísticos, además de marcar la pauta con la creación de personajes… el señor Valenzuela, la señorita Erika, la inolvidable y enrrollada Chismorra y, por supuesto, Artemio con su naríz circular y sus pelos que le hacían desaparecer los ojos, una oficina pública con personajes ultra definidos, un referente abuelito de las modernas sitcom, y es que si la historieta chilena hubiese seguido su curso normal (si es que el país hubiese seguido su curso normal) ARTEMIO tendría su propia serie animada, su colección de muñequitos, el cine chileno adaptaría a la pantalla grande las aventuras del inmortal junior, Luis Dubó o Daniel Muñoz se alisarían el pelo para interpretarlo.
Pero las cosas son así no más, solo unas escuetas notas -o notitas- en tv y diarios recordando la obra de este hombre de 62 años, quien junto a su hermano Alberto se fue a abrir nuevos horizontes a Venezuela creando una empresa de publicaciones de juegos y entretención, si ponen atención sus dibujos aún se pueden ver en revistas de puzzles que circulan en los kioskos nacionales.
Inevitablemente, me pongo a recordar uno de los libros de artemio donde decide practicar karáte, el maestro -aparentemente oriental- le enseña cómo parar todo tipo de golpes, al final del libro y en una historia paralela la polola patea a Artemio, quién con una tristeza infinita va donde su maestro y apuntándose al corazón le dice¡¡¿Y UN GOLPE AQUÍ, CÓMO LO PARO?!!, nosotros podríamos usar la misma pregunta para definir esta sentida pena por la partida del maestro.