Grant Morrison:

La Realidad Es Un Travesti

 Por Carlos Reyes G.

Tercera Parte


 Batman: El Terror Gótico

 

En los capítulos precedentes nos hemos paseado por los primeros trabajos de Morrison para DC cómics: Animal Man, y Doom Patrol. En ambas series, el autor ha dado cuenta de su notable capacidad para generar mundos extraños, lejos de las referencias habituales del género y también hemos visto como el guionista se ha propuesto escribir cómics no realistas, alejándose progresiva y rápidamente de esta tendencia de los años 80, para ir descubriendo su propio lenguaje.

En este capítulo seguiremos describiendo esa búsqueda (la que culminará en The Invisibles, la última y más radical obra de Morrison). Detengámonos antes en dos de sus trabajos para Batman entre 1989 y 1990.

 Arkham Asylum: El héroe ha muerto

 En 1989, Morrison escribe Arkham Asylum y realiza su propia disección del oscuro universo de Batman. El resultado es una atrevida obra, tanto en su formato gráfico como narrativo. Morrison confiesa que realizar Arkham Asylum significó un cambio radical en su carrera: "Me volví famoso de la noche a la mañana, y si me lo hubiese tomado en serio, supongo que me habría comportado más en plano de divo de lo que he llegado a hacerlo".

Junto al dibujante e ilustrador Dave McKean, Morrison crea un cómic inquietante que cosecha admiradores y detractores. Lo que Morrison busca es describir un viaje hacia el interior de la locura y para ello se sirve de Batman y del famoso Arkham Asylum, el habitual lugar de reclusión de los enemigos del Caballero de la Noche.

"Arkham Asylum - Dice Morrison- no se conecta realmente con ninguna continuidad en particular. Ni siquiera es una historia de Batman, es sólo una historia acerca de la psicología humana donde utilizamos a estos personajes como símbolos. La casa, el manicomio, no es un lugar físico, es la cabeza de alguien. Todos los personajes representan diversas funciones y características psicológicas, obsesiones (...) Batman era usado de un modo puramente simbólico".

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 El guionista nos introduce en una historia terrorífica que entronca con la vertiente gótica. Como ya es usual, las citas, alusiones y referencias se suceden página a página (Carroll, Lovecraft, Hitchcock, Crowley). El clima de enrarecimiento está dado por un notable distanciamiento en relación a los personajes, los que son revisitados por el autor en un registro más cercano al terror que al tono de aventura y acción de un cómic como el de Batman. Morrison deforma a tal punto a Batman y a los villanos de Arkham, que aquellos a los que creíamos conocer tan bien y de manera tan simple, súbitamente se complejizan y se nos vuelven opacos en su nueva transparencia.

Sobre el proceso de escritura de Arkham Asylum Morrison confiesa: "Realmente me identifiqué con todas esas cosas terribles para intentar aproximarme a la locura tanto como pudiera. Trabajaba a las cuatro de la mañana, tomaba drogas, miraba toda clase de films y leía montones de libros. Trataba de introducirme lo más posible".

Arkham Asylum muestra a un Morrison sin concesiones, el humor ha desaparecido casi por completo (a excepción de las psicóticas bromas del Joker) el desencanto y la oscuridad reinan por doquier.

Cuando se lee esta obra se tiene la sensación de estar frente a un texto denso, trabajado con exceso y rigurosidad. Sin embargo, lo extraño no está en su lectura, sino en la sensación de que tras haberlo leído, no se lo ha aprehendido del todo. "Es una historia increíblemente compleja - explica el guionista- pero creo que la superficie es tan simple que no te das cuenta. La estructura de la historia está diseñada como una casa, con distintos niveles de narrativa. Pasajes secretos entre las ideas que puedes seguir y te conducen por toda la casa".

En efecto, la anécdota que se cuenta es en apariencia muy simple y se juega en dos niveles: Uno es el descenso orfeico de Batman en el interior del asilo en el que los locos se han amotinado liderados por el Joker. Una de sus demandas es la presencia de Batman. El otro, la historia de la enajenación del Dr. Amadeus Arkham y el horrible génesis del lugar que llevará su nombre. Finalmente ambos niveles diegéticos, pasado y presente, van a mostrar sus cartas y tendrán su punto de encuentro hacia al final de la historia.

Morrison presenta a un Batman desposeído de todo heroísmo, totalmente desintegrado al ser expuesto en este mundo de locura cuyos límites, no están en absoluto definidos. El propio Batman intuye el horror cuando afirma: "Soy yo. Yo estoy asustado (...) y me asusta que cuando atraviese las puertas... cuando entre en Arkham y las puertas se cierren tras de mí...sea como entrar en casa".

A lo largo de la historia van a acumularse,una tras otra, pruebas suficientes para que el lector termine por revisar su opinión sobre el estado mental de su héroe enmascarado. Esto, sumado a la clara alusión homosexual que el Joker hace sobre su relación con Batman, fueron las cosas que parecieron disgustar a parte de la crítica y a un sector de los fans norteamericanos.

 Pretextos Patológicos

 Brillante es la descripción que Morrison hace de las patologías de algunos de los más inquietantes y populares personajes de la serie. La visión que hace del Joker es espeluznante: " El Joker- dice el personaje de la psicoterapeuta Ruth Adams- es un caso especial. Algunos pensamos que está más allá de un tratamiento. De hecho, ni siquiera estamos seguros de poder definirlo como un demente(...) es muy posible que estemos aquí ante una especie de supercordura. Una brillante y nueva modificación de la percepción humana, más adecuada para la vida urbana a fines del siglo veinte. Al contrario que tú y yo, el Joker parece no tener control sobre la información sensorial que recibe del mundo exterior. Sólo puede afrontar esa caótica cascada de información siguiendo la corriente (...) no tiene una verdadera personalidad. Se crea a sí mismo cada día. Se ve como al señor del desgobierno y al mundo como un teatro del absurdo".

Sobre Harvey Dent, Two Faces, un personaje maravilloso que las más de las veces es desaprovechado, Morrison suma a la magistral visión de Frank Miller en su Dark Knight Returns, su propia descabellada mirada. Como bien sabemos, Harvey Dent, ex fiscal de distrito, después de sufrir la desfiguración total de la mitad de su rostro, perdió la razón y está obsesionado por la dualidad. Acostumbra a tomar todas sus decisiones con un dólar de plata que posee una de sus caras desfigurada. Muchas veces esta moneda ha decidido la vida o la muerte de sus infortunadas víctimas. Morrison a través de su personaje, la ya citada Dra. Adams ha encontrado la "cura" para Harvey: " Le desacostumbramos de la moneda con un dado. Eso le daba seis opciones a elegir en vez de dos. Le fue tan bien que cambiamos el dado por una baraja de cartas del Tarot. Eso son setenta y ocho opciones abiertas para él. Ahora planeamos enseñarle el I Ching, pronto tendrá una capacidad de juicio funcional que no se sirva tanto de absolutos blancos y negros".


Rápidamente Batman refuta todo el tratamiento: "Pero ahora mismo ¿No puede tomar ni una simple decisión, como ir al baño, sin consultar las cartas? Creo que han destruido completamente su personalidad".
A lo que la Dra. Adams concluye taxativamente: " A veces hay que destruir para reconstruir, Batman. La psiquiatría es así".

En otro acierto del guión, el Joker propone a Batman un test de asociación de palabras "Sólo son palabras", dice Batman, pero al realizarlo salen rápidamente a flote los profundos traumas de la psique del hombre murciélago. La dicotomía Cordura/Locura es frágil y aquí vuelve a romperse.

El Batman de Morrison dista mucho de ser un héroe imbatible, aquí se lo ve trastabillar, dudar, temer. El Batman del Arkham Asylum se sitúa en las antípodas del héroe. Su incapacidad es tan evidente que incluso el accionar de un personaje secundario salva la vida de Batman en el clímax de la historia. El héroe es incapaz de salvarse a sí mismo. El mito está absolutamente destruido. El orden triunfa, el precio empero, es altísimo. El Joker se despide de Batman: "Diviértete ahí afuera... en el manicomio, pero no olvides... si las cosas se ponen demasiado feas... aquí siempre habrá un lugar para ti".

Sin embargo el inquietante epílogo está en manos de Harvey Dent, el que gracias al uso de su moneda de plata y a instancias del propio Batman, debe decidir, si éste queda libre o muere en Arkham. Harvey lanza la moneda y sentencia: "Queda libre". Luego al abrir la palma de su mano, vemos que ha salido la cara marcada de la moneda: "¿A quién le interesas? - se pregunta mientras de un manotazo derriba una torre hecha con las cartas del Tarot y concluye: "Sólo eres un montón de cartas".

Morrison termina así, la que es considerada por muchos, su primera obra "seria" y para nosotros su primer foco de disidencia verdaderamente masivo en el mercado editorial norteamericano, el que siempre propicia inteligentemente la aparición de las válvulas de escape necesarias que permiten la salida de la presión, evitando de este modo que todo el tinglado se venga abajo.

No cabe duda que Morrison prepara nuevas y mejores herejías para el futuro, pero ciertamente ninguna de ellas logrará el impacto que el personaje de Batman, acentuado por la calidad del dibujante escogido y la cuidada edición, lograron hacer de Arkham Asylum el impacto masivo que fue.

En 1990, el guionista escribe nuevamente una historia de 5 capítulos para Batman para la serie Legends of the Dark Knight titulada Gothic con Klaus Janson en los lápices. El hombre murciélago se enfrenta al Sr. Whisper, un despiadado asesino que en realidad es un monje capuchino de 300 años de edad que ha vendido su alma al diablo. Whisper y su historia son típicamente morrisianas: Un hombre sin sombra que ha vivido por más de 300 años, fantasmas, pecados, degeneraciones indescriptibles, herejías, arquitectura mágica y geometrías ocultas. Crowley, Sade y Clive Barker se vislumbran en la oscuridad de Gothic. El resultado es una historia algo predecible, pero a ratos verdaderamente terrorífica e inquietante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Refiriéndose a este trabajo Morrison volverá a poner en tela de juicio el tema de la continuidad: "Me pregunto si debería mencionar mi historia para Legends of the Dark Knight, Gothic. Legends of the Dark Knight podría ser una maravilla si permitieran a los autores hacer versiones diferentes del personaje ignorando la continuidad entre ellas".

Gothic es un trabajo que muestra a un Grant Morrison en estado puro, tiene las mismas obsesiones de siempre, pero sin embargo no posee el vuelo imaginativo de otros de sus guiones.

Con Arkham Asylum Morrison ha logrado desplegar su manejo de las atmósferas enrarecidas y ha demostrado que puede hacer un trabajo cuidadoso y complejo, pero las opiniones del público y la crítica son dispares.

Sin embargo, la narrativa de Morrison ha demostrado ser capaz de registros sutiles que apelan a una inteligente participación del lector. Ciertamente la gráfica y la narrativa de Arkham Asylum tienden a hacer que la obra total se perciba con distanciamiento y frialdad, pero el contenido revulsivo provoca imágenes de impronta duradera en la mente del lector. Estas cualidades de la obra invitan a una relectura constante en un intento por tratar de descubrir aquello que sabemos nos espera tras la puerta del asilo, una suerte de espejo de nosotros mismos o como El sombrerero loco dice a Batman: "A veces creo que el asilo es una cabeza. Estamos dentro de una gran cabeza y existimos porque nos sueña. Quizás sea tu cabeza Batman. Arkham es un espejo. Nosotros somos tú".

Con Arkham Asylum Morrison se convierte en un guionista polémico y reconocido. Y mientras sigue ocupándose en escribir los episodios de Doom Patrol, DC le encarga en 1991 la miniserie de otro antiguo personaje: Kid Eternity, el que marcará una nueva inflexión en el trabajo del guionista de Glasgow.

 Continuará