Máximo Carvajal: Dibujo por instinto

Por Carlos Reyes G.

Máximo Carvajal

A la memoria de Maximo Carvajal 1935- 2006

Hemos querido republicar en portada este viejo artículo de Ergocomics para alentarlos a visitar la exposición de nuestro amigo, el desaparecido Máximo Carvajal. La muestra se encuentra disponible todos los días sábado de Junio entre las 16 y las 19 Hrs. en el museo de la historieta, ubicado en calle Esperanza 555, casa 25, Santiago Centro.

Máximo Carvajal es un maestro en el arte de la charla y siempre está lleno de sabrosas anécdotas, que desliza de tanto en tanto, para sazonar cualquier encuentro. Habitualmente, está dispuesto a atender a sus visitas con exquisitos huevos revueltos o una copita de buen whisky. Su estudio, lleno de revistas, videos, cómics y libros sobre mitología, segunda guerra mundial y gruesos volúmenes de historia universal, parecen querer arrancar de los apretados anaqueles en que reposan. En las abarrotadas paredes llenas de fotos y dibujos siempre hay un destacado espacio para la foto de su amigo y dibujante, el desaparecido “príncipe negro”: Mario Igor, y para algunas de sus obras predilectas como el Corto Maltés de Hugo Pratt. Arrímense a esta conversa con uno de los grandes dibujantes de nuestra historieta y demos una breve mirada a la increíble trayectoria de un maestro.

- Empecé a dibujar más bien por una imposición, por una estupidez -dice Máximo mientras cierra los ojos como para recordar-. Vivíamos en una casa en lo alto de Valparaíso y siempre estaba rodeado de juguetes. Había una vieja que pegaba con un palo cuando sentía que yo metía bulla con mis juguetes. A los 3 o 4 años, me refugié debajo de una mesa y empecé a dibujar y de ahí no la solté más. Mis padres descubrieron esa aptitud y me pusieron una profesora de dibujo. Mi padre era un obrero ilustrado, me pasaba libros y me insistió que leyera. No tuvo que hacer mucho esfuerzo porque yo leía al tiro, me gustó leer. Pero como aprendí a leer en revistas de historietas, fue un lío para mí en la escuela, pues sabía leer, pero en mayúsculas (risas).

Viñeta de revista Rocket.

- Estudiaste figura humana desde muy pequeño…

- Sí, mi padre le hizo un atril a Carlos Hermosilla Álvarez, el mayor grabador de Sudamérica, casi una leyenda. Era un viejo chico, que le faltaba un brazo, una pierna y estaba medio ciego, pero aún así hacía clases. Y este señor me metió “a la mala” al Bellas Artes de Viña cuando yo tenía ocho, nueve o diez años. Ningún cabro chico se puede meter a clases de desnudos. Y empecé a ver mujeres desnudas, durante tres años, dos horas a la semana. Hermosilla me hacía además clases de croquis y grabado.

- ¿Cuándo diste tu primer gran salto profesional?

Empecé a trabajar en Estudio del Norte, en donde se hacían afiches, serigrafías. Yo seguía dibujando historietas para mí y de repente cae en mis manos una revista mexicana que decía: “Ilustre un hecho heroico en tres páginas y se le pagarán cuarenta dólares”, parece que era una fortuna en esa época, no sé, no me acuerdo. Yo invento algo, porque no tenía ningún hecho histórico que me permitiera usar aviones, que es lo que yo quería. Invento que un avión lleno de vacunas para unos enfermos en el sur, cae en la cordillera y unos heroicos pilotos en un avioncito chico los rescatan y traen las vacunas.

El Siniestro Dr. Mortis visto por Máximo Carvajal.

- ¿Y ganas el concurso?

- No, pero tengo la historieta y el Pérez (un pintor que dibujaba en “Estudio del Norte” y era dibujante de “Vistazo”, una revista semanal que sacaba editorial Horizonte y cuyo director era Luis Enrique Délano, padre de Poli Délano) me dice: “lleva esto a ?Vistazo?, a lo mejor Luis Enrique Délano se interesa, yo le voy a hablar”. Fui y Luis Enrique me dice: “déjamela”, yo le dije que era para un concurso y me responde:”haz otra”. Me la compró, no era mucho, pero fue mi primera plata como dibujante. Cuando publico en “Vistazo”, el Pérez me dice: “te anda buscando un tipo, anda a tal parte”. Ya no me acuerdo como sucedió exactamente, pero hablé con el subdirector de “El Clarín”, Rafael Fuentes Plaza, al que le decían El Mister Pipa, porque andaba siempre con una pipa o unos puros…

- Tal vez de ahí nació el Mister Pipa de Barrabases?

- Yo pienso que sí. Este tipo era el más buena gente que he visto en mi vida. Recuerdo que yo arrendaba una pieza en Quinta Normal, en la plaza Garín y en el invierno me acostaba, porque era mucho el frío, no había calefacción. Un día medio lluvioso, Mr. Pipa me dice: “salgamos a recorrer los quioscos”. Y me empieza a comprar revistas, todavía las tengo guardadas. Yo iba atrás como un mozo de cuerda con un alto de revistas y me pasa un billete de mil pesos. En esa época yo ganaba menos de mil pesos y entonces me dice: “ponte a trabajar, me traes unos guiones y me haces unas historietas”. Yo me voy pa´la casa feliz, y como era invierno, compro papel, ya tenía un tablerito chico, me acuesto y me pongo a dibujar. Entonces ya me había retirado de estudios “Norte”, porque estaba hasta la corona y no soportaba el ambiente. Así que comencé a trabajar en esa pieza de la plaza Garín.

- ¿Y empezaste a publicar “Ventarrón” para él?

- Dibujé todos los números. Tenía 32 páginas y salía mensualmente. Yo no cumplía horarios, estaba sentado en mi casa, con mi escritorio y mi tablerito de dibujo. Entregaba mis dibujos, me daban algo de plata y me devolvía a la casa a seguir la historia. Evidentemente yo no tenía el tranco, la experiencia y a la velocidad que tengo ahora. Pero de repente, en el séptimo número tuvimos que cerrar. De los 20 a 30 años, Rafael Fuentes me lleva a trabajar al diario “El Clarín”. Él era un mentor. Después del Clarín pasé a “La Gaceta de la Libertad”, volví a “Vistazo” y llegué a El Mercurio.

Un joven Máximo Carvajal posa orgulloso frente a una de sus primeras paginas de Ventarrón.

 

ROCKET Y LA CF CHILENSIS

- ¿Qué pasa cuando trabajas para estos periódicos?

- Conozco al Themo (Lobos). Él tenía unos gringos que iban a financiar un suplemento para toda América Latina. Ahí Themo dibuja un pre-Mampato, unos niños encuentran un barco en una playa pirata y en el arcón encuentran un cinturón espacio temporal. Yo hice una página de aviación, pero no pasó nada, los gringos no pagaron. Mientras estaba en El Mercurio, aparece el Themo un día y me dice: “vamos a sacar una revista, así que retírate”. Así nace la primera revista dedicada enteramente al género de la ciencia ficción: “Rocket” y vuelvo a la historieta.

- ¿Cuál es tu relación con la CF?

- Mira, yo tengo dos obsesiones: una es la segunda guerra mundial y la otra, la ciencia ficción.

- ¿Por qué te gusta tanto la CF?

- Porque se me ocurren más ideas. Me pasa a cada rato y las anoto. De cierto modo, la CF te permite hacer crítica social sin meterte en problemas.

- ¿Qué extrañas de ese período?

- Que hacía mis propios guiones. Recuerdo a Isabel de Hagel, que era una mujer muy inteligente y buena moza, que también escribía guiones y que después se fue a Venezuela, otros guionistas eran los hermanos Gabler y el propio Themo que escribía como José Nazario. Hay una Rocket que es muy interesante, es el número de aniversario, se ven varios astronautas con las caras de los dibujantes y el Themo se hizo dos veces, nadie sabía que Nazario era él mismo. Hacíamos buenos guiones, pero como dibujantes no éramos tan buenos como podríamos ser ahora. Después de Rocket y Robot, hice Mortis, en Zigzag, ahí dibujaba 30 páginas mensuales y, finalmente, terminé haciendo GAE 13, para Quimantú, una historieta de aviación, donde le chupábamos las medias a los milicos antes del golpe.

- ¿Qué es lo que más te gustaba hacer en esa época?

- Rocket, sin lugar a dudas, y Mortis.

De izq a derecha: Udo Jacobsen, Carlos Gatica, Moebius, Martín Cáceres, Jaime Lagos y Jodorovsky

- Tú alcanzaste un nivel de profesionalismo que hoy no existe: 30 páginas mensuales durante varios años.

- A esa época le pusimos “¿quién quiere dibujar?”, porque el gallo que entraba a preguntar la hora se quedaba dibujando. Era increíble, habían gallos malitos que no debían haber tomado nunca un lápiz en su vida. Hubo una vez un dibujante que hizo el cuadro principal con unos muebles con tres puntos de fuga diferentes (risas).

- ¿Por qué hubo tantos dibujantes y publicaciones?

- Era un auge increíble. Se publicaban alrededor de 16 ó 17 revistas quincenales y la que menos vendía llegaba a los 21 mil ejemplares.

- Chile leía cómics, ¿por qué hoy eso no sucede?

- Creo que era porque no había televisión. Yo recuerdo que revistas como “Nosotros los Chilenos” y los minilibros de Quimantú, se vendían en los quioscos. Nunca se había visto que se vendieran libros en los quioscos, era una cosa increíble.

- ¿Eran admirados los dibujantes en esa época, tenían fans?

- No, no era como ahora que te piden autógrafos. Una vez las hijas de la Sra. Serrana, jefa del departamento, fueron las únicas que nos pidieron autógrafos. Siempre he sido un gallo tímido, en el fondo yo quería ser un cantante de ópera, pero tengo pánico escénico, me carga la sobreexposición. En cambio, cuando dibujas estás sólo, escondido en una pieza.


Viñeta de As Newman

 

HOMBRES EN LA JUNGLA Y GAE 13

- ZigZag, Robot, Rocket, Mortis ¿Qué pasa después?

- Después viene el GAE-13 (Grupo Aéreo Estratégico) y el primer guión de los “Hombres en la Jungla”.

- Esa idea fue tuya, unos tipos caen a la selva en un avión. La historieta se llama: “Rescate y traición” (Jungla Nº 127), con dibujos de Lincoln Fuentes y Julio Berríos.

- Claro, hay unos presos políticos en las mazmorras de una dictadura y exigen que los suelten. El dictador dice “ya, los voy a soltar”, pero cuando atraviesan la selva, un espía sabotea el avión poniendo una bomba de tiempo. El traidor se lanza en paracaídas y todos piensan al tiro en una bomba, la buscan y cuando la tiran, explota y vuela un motor. El avión empieza a caer y logran aterrizar.

- Y este espía cae y se ahorca…

- ?con su propio paracaídas y todos los personajes quedan atrapados en la selva. Uno de los dibujantes más importantes de Jungla fue Lincoln Fuentes, que después fue director de esa revista y yo fui director de Guerra… Recuerdo que pasaban cosas muy divertidas, por ejemplo, llegaban guionistas jóvenes y decían: “el jovencito toma un cartucho de dinamita, lo abre y saca la pólvora” y todos nos quedábamos mirando, porque sabíamos que el cartucho de dinamita no tiene pólvora, no es un cuete que se tira para el año nuevo. El viejo Zamorano que hacía guiones policiales escribía: “el jovencito va corriendo y se sube a la pisadera del auto” y le decíamos: “Señor Zamorano, hace más de 40 años que los autos no tienen pisadera” (risas).

Portada del libro recopilatorio editado por Ergocomics

 

- ¿Porqué abandonaste la revista Jungla?

- Me habría gustado seguir, pero en eso apareció la serie del GAE-13. Era una historieta de aventuras de una escuadrilla militar de la FACH, antes del golpe. Era una serie muy entretenida, me encantaba dibujar aviones. Yo proponía los guiones e incluso recibimos ayuda de un oficial. Se nos permitió ir a la FACH y ver los Hawker Hunter, tomar fotos…

- ¿Existía libertad creativa?

- Total, claro que había una cosa que eran los sociólogos. Llegaron con la idea de que toda la historieta debía ser para el pueblo. Era divertido, porque llegabas con un guión, venían los sociólogos y lo destrozaban. Otro ejemplo es que El Doctor Mortis vendía y lo liquidaron. Yo tuve que inventar que lo tiraban al espacio en un ataúd de plata que queda en órbita… Bueno, había libertad creativa, pero los sociólogos empezaron a censurar.

-¿Cuál fue tu mayor influencia en aquellos años?

- Alex Raimond y Milton Canniff. Cuando yo hice “Ventarrón” ya había aparecido Hugo Pratt, él es como mi ángel mentor y a pesar que yo me alejé de su mano, sigo pensando que es lo que me habría gustado hacer. Desgraciadamente, Pratt murió y no pude conocerlo. Conocí a un lote de dibujantes famosos: Moebius, Giménez, Zanoto…

- ¿Por qué Pratt?

- Porque la mayor parte de los dibujantes de historietas son aventureros frustrados, muchos de ellos no tienen ñeque, son flaquitos, los bota cualquier persona, pero cuando dibujan historietas encuentran su camino, en el fondo, ellos son los héroes a través de la historieta. Pratt ERA un héroe.

AS NEWMAN, LA CENSURA Y DINO Y NINA

- ¿Qué sucede contigo después del golpe?

- Me quedo sin pega, pero Patricio García, que tenía la confianza de Allende, crea un grupo de trabajo. Él era el director del departamento de historietas en la época de Quimantú, pero al terminar eso, él crea una instancia para vender historietas y empezamos a trabajar para “Pinsel”.

- Muchos de tus seguidores aún recuerdan algunos de tus personajes de esa época?

- Gonzalo Martínez (dibujante) me habla siempre de As Newman, que era como un James Bond chileno. Yo le dije al viejo Roca que era el guionista: “Tení que hacer una cuestión como Doc Savage” y ahí me empecé a cabecear contra la muralla (risas) e hice un personaje que era este hijo de un científico que lucha contra los villanos y que tiene un ayudante hindú.

- ¿Qué pasa en los 70-80?

- Muchas cosas. Trabajo en el Mampato en el 76 y ahí publico “Dino y Nina en la tierra perdida de Mu”. Dos niños están perdidos en el amazonas y descubren una civilización antigua que son como los Atlantes. Ya habían pasado un montón de directores en Mampato, todos estaban encantados con la historieta, Lukas, Vittorio Di Girólamo. Pero cuando dibujo el segundo episodio me toca una vieja. Yo hice una niñita (que es una sacerdotisa de un culto en plena amazonia) que usa sólo un taparrabo y por eso no se publicó. La historia era increíble, había un circo romano con animales prehistóricos, esclavos e incluso un extraterrestre…

Máximo Carvajal junto a Horacio Altuna y Juan Giménez

- Después de ese hito de Dino y Nina en Mampato? ¿qué haces?

- Empiezo a trabajar para Inglaterra haciendo historietas de guerra, las clásicas con el teniente imbécil y el sargento buena persona o al revés. Todavía tengo una historieta hecha a lápiz por ahí y tengo las revistas, son como 60. Tengo las mejores de Zig zag, las que le gustan a mi amigo y dibujante Martín Cáceres. Son un tesoro, historietas de 2 cuadros por página. En esa época no había fotocopias y mandaba de 15 páginas a Argentina y de ahí ellos las mandaban a Inglaterra. Esto duró 2 años, después seguí en Mampato, ya había pasado la directora terrible, e hice dos historias más. Después me metí a hacer monos animados, como Condorito y el chiste de Lukas. Llegué a ser intercalador no más. Si tienes un mono 1 que está caminando y el 5 que está agachado abrochándose los zapatos, el intercalador es el que hace el mono que falta para completar el movimiento. Ese es el truco de la animación.

En Zig Zag

- ¿Cuál es el secreto para dibujar mejor?

- Para no perder tiempo, agarrarse de un buen curso?

- ¿Basta con sólo dibujar bien para ser un gran historietista?

- Lo interesante es que te guste. Hay grandes dibujantes a los que no les interesa la historieta.

- Lo digo porque tú eres una persona muy culta…

- El guionista debe ser muy culto, y el dibujante termina siéndolo, porque te encargan historietas donde tienes que documentarte y saber cómo era un templo griego. Yo soy un loco del libro, me encanta la librería…

- ¿Cómo se te ocurrió para “Dino y Nina” esa mezcla entre prehistoria, Imperio Romano y CF?

- El que hace historietas o guiones debe tener la mente abierta para agarrar todo, el incidente en la micro, la pelea que se armó allá, lo que le contó un borracho en el bar, los libros que leyó, la parte que le afectó de la película, la novela. Todo eso se mezcla como en una licuadora y da otro resultado. Una vez se me ocurrió una máquina para hacer guiones que era como una gran tómbola con hartas tómbolas que van de mayor a menor en el interior. Cada una gira independientemente de la otra, pero está cortada en secciones y en cada sección están los elementos que puedes usar: cuántos tipos son, en qué lugar están, cuál va a ser el detonante de la historia, etc…

Viñeta de “El Kiosko”

- Una máquina que te permitiría escribir la historia…

- Claro, pero si tú no sabes escribir no te sirve para nada…

- Hay un trabajo tuyo que no hemos mencionado: “Axo”. Una gran historieta de CF de los años 80…

- Se publicó primero en un suplemento de “La Tercera” y está muy influenciada por Star Wars. Es la historia de un hombre solitario que viaja en una nave rodeado de robots. También está Black Sloane, un detective de novela negra en el futuro. Es tuerto, usa un parche negro y anda con un enano que es de otra galaxia ?

- Otra hermoso trabajo tuyo en los 80 es “La Muralla”

- Sí, esa es una historieta solitaria, es importante porque tenía pensado hacerla de larga duración. Inicialmente tenía 44 páginas, pero me fue ganando el tiempo y tuve que entregarla en una versión mucho más corta.

Máximo Carvajal junto a Ergocomics casi en pleno, Juan Marino y los dibujantes de El Siniestro Dr. Mortis.

- ¿Qué te apasiona del dibujo?

- No sé, es realmente instintivo, lo hago desde pequeño. Fui un niño solitario y dibujaba historietas sin pensar que me iban a servir, era una manera de volarme. Tengo casi todas las historietas que hice de niño y tengo períodos, se ve que hay un proceso.

- ¿Qué pasaría si por alguna razón física no pudieras dibujar?

- ¿Con la mano?…(risas) Siempre he pensado en la posibilidad de quedar ciego? escribiría guiones no sé para quién. Es mi mundo, un mundo que se abrió, sin pensar que me daría dinero ni trayectoria ni que iba a ser conocido. Nunca pensé en eso, fui más bien llevado por una mano misteriosa.

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3 Responsesto “Máximo Carvajal: Dibujo por instinto”

  1. Tuve la experiencai de estar en un charla q se hizo en la concomic de valpo, estaban jucca y Don Maximo,notable..

  2. Félix Albert dice:

    ¡Que de tiempo que no sabía de Máximo! lo conocí en tiempos de Quimantú, cuando yo estaba empezando a hacer comics; dibujé algunas cosas para Dimensión Cero. Gran persona. me alegro de que siga al pie del cañón… o del lapiz.
    Félix

  3. rolando dice:

    De niño leía con mi papá al Dr. Mortis. También leí la revista Zig Zag.
    De los 15 a los 17 leí a Manpato con su troglodita amigo Ogú.
    Guardo estos recuerdos como una parte importante de mi niñez. Cuando ya apagábamos la luz, poníamos la radio agricultura y escuchábamos “La tercera oreja”.
    Un abrazo para Máximo Carvajal, de un dibujante autodidacta.

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